LA NACIÓN – El recambio ministerial en Hacienda generó la expectativa de que la presentación de los números fiscales adquiriera completitud y seriedad profesional, pero ello no ha ocurrido hasta ahora. Dujovne está hace apenas unas semanas, pero trabajó como macroeconomista y participó de las deliberaciones de la Fundación Pensar. Si se le extiende un crédito, no puede ser muy extenso. De otro modo se validaría la “vara baja” que lamentablemente la nueva administración, que apoyamos, mantiene en algunos aspectos.
Y, además, su comienzo no fue auspicioso. Publicó cifras de un déficit primario del Tesoro en 2016 de 4.6 % del PIB como un sobre cumplimiento de la meta de 4.8 % que su predecesor anunció a comienzos de 2016. Pero la cifra y su celebración son injustificadas.
La cifra es inaceptable porque el 4.6 % está calculado sobre un PIB nominal aumentado por una inflación que excedió la meta de 20-25 %. Si se considera el PIB asegún la meta inflacionaria el déficit comunicado de 4.6 % se convierte en 5.2 %. Esta diferencia no será quizá tan relevante en cuanto al impulso fiscal, pero sí en cuanto a la necesidad de financiamiento, que se tradujo en mayor endeudamiento por casi Dls. 3 000 millones.
Pero además, y peor, se han incluido los ingresos del blanqueo, por 1.3 % del PIB, no contemplados en el programa fiscal de principios de 2016 y que tienen un destino predeterminado, las deudas por sentencias previsionales. Pero Anses acaba de informar que recién ahora se pagarán sentencias, y por solo $ 1 868 millones.
En 2016 se canceló deuda flotante por 0.9 del PIB, pero no sabemos cuánto se hizo con bonos y cuánto con caja, que es como se mide el déficit. Aun si se supone que todo fue con caja, el computo del blanqueo aumentó artificialmente el ingreso neto en 0.4 % del PIB. De modo que corrigiendo por el efecto del mayor PIB nominal y por el ingreso del blanqueo el déficit primario a comparar con los anuncios de principios de 2016 está más cerca de 5.6 % del PIB que del 4.6 % publicitado por Hacienda.
Para el déficit total, al déficit primario hay que agregar los intereses de la deuda, 2.3 % del PIB. Hacienda ha hecho poco para aclarar que el déficit primario es solo una parte del desequilibrio. P. Gay creyó hacer una revolución contable sic) cuando para el déficit primario dejó de contar como ingresos las utilidades del Banco Central (BC) y las rentas del Fondo de Garantía de Sustentabilidad (FGS). Solo que pasó a computarlos como rentas de la propiedad como contrapartida de los intereses de la deuda. Y ese maquillaje ha seguido. Dujovne los presentó como ingresos por 2.2 % del PIB en 2016. Así es como políticos y comentaristas piensan equivocadamente que el déficit total es igual al primario porque los intereses de la deuda están cubiertos con esas rentas.
Pero las utilidades contables del BC son conceptualmente un dibujo. Se basan en el efecto de la devaluación sobre el stock de Letras Intransferibles en Moneda Extranjera del Tesoro con que lo inundó la administración anterior. Solo por ese artificio el BC muestra utilidades, ya que en realidad tiene un enorme déficit de caja por los intereses de Lebac y Pases (2 % del PIB). Es quizás hora de abandonar esta ficción, y sincerar el valor paupérrimo de esas Letras aunque el Patrimonio Neto termine siendo negativo.
En el caso del FGS las rentas también se han basado en gran parte en la elevada proporción de créditos al Tesoro y a otros entes públicos en su activo total, aunque al menos los títulos son de mercado. Pero sería más claro que esas rentas se usen como financiamiento al Tesoro, y no que este las considere como parte de sus ingresos, descapitalizando el FGS.
Más en general, dado el enorme financiamiento -25 % del PIB- que los entes públicos han dado y dan al Tesoro, Hacienda debe presentar periódicamente el stock de esas acreencias abierto por organismo acreedor, ver cuánto representan de sus activos e ingresos, y evaluar qué daño se está haciendo a sus funciones como consecuencia de estos préstamos forzosos al Tesoro.
Así como se recuperó el Indec, hay que recuperar la transparencia fiscal. Esconder la situación fiscal es como lo que ocurrió con esconder la herencia. Genera expectativas infundadas. Si se avanza hacia una nueva Ley de Responsabilidad Fiscal, hay que terminar con la contabilidad creativa. Y si realmente se cree en un Gobierno abierto, Dujovne tiene que rendir cuentas periódicamente no solo a sus jefes y a los políticos, sino también a la prensa, a especialistas, a los mercados y al público en general.